Ser fotógrafo es algo más que ir haciendo fotos por la calle, algo más que hacer "click" en el botón de tu cámara y capturar una imagen en un sensor o una película de 35 mm. Ser fotógrafo es congelar momentos e inmortalizar recuerdos, ser fotógrafo es ofrecer tu manera de ver el mundo a otras personas, es hablar sin palabras, es enfadarte sin tan siquiera fruncir el ceño, es regalar tu felicidad en tan solo una instantanea.
Ser fotógrafo es amar lo que haces, es robarle el tiempo al tiempo y es creer en la magia de la fotografía.
Ser fotógrafo y pasar desapercibido son dos conceptos que van cogidos de la mano. Para robar detalles de lo cotidiano y escenas fugaces de la vida de los que te rodean tienes que ser uno más, no llamar la atención; aunque lo cierto es que la gran mayoría de las veces esto no se cumple...
Se dan cuenta de que estás ahí, de que los estás observando y apuntando con un objetivo.
Hay quien deja de hacer lo que fuera que estuviese haciendo en ese momento, ya sea por curiosidad o por miedo a que le hagas a foto y le robes su intimidad. Pero en otras ocasiones se limitan a observarte, sin importales nada ni nadie. Sin dejar de lado aquello estaban haciendo. Se comportan como tú, con la diferencia de que delante de tus ojos hay una cámara.
Esos momentos se cuentan con los dedos de una mano.
Posan para ti sin estar posando. Como si fuese lo más fácil de mundo.
Te mantienen la mirada, curiosa.
De forma desafiante y vibrante.
Como si sólo existieseis vosotros dos.
Gracias a personas como estas recuerdas por qué te enamora todo este mundo.
Estos momentos te sacuden por dentro. Hacen que te sientas poderoso y a la vez vulnerable.
Fuerte y frágil.
Eres capaz de seguir apuntando a pesar de que esa persona no deja de mirarte y preguntarte con la mirada qué se supone que estás haciendo.
Es entonces cuando te sientes valiente y decides disparar y grabar en una sola imagen todo lo que se estaba pasando por vuestras cabezas.
No sólo has fotografiado la escena, has coseguido unir en una misma foto dos caminos, dos miradas, dos perspectivas, dos o incluso más emociones, dos personas, dos vidas.
Probablemente no os volváis a ver, o quién sabe, quizás sí. Pero hasta que llegue ese momento ya estaréis unidos de alguna manera. Habéis compartido un momento de vuestras vidas, por pequeño que sea. Unos segundos, unos fugaces segundos. Tal vez insignificantes y fácil de olvidar, pero que quedarán recogidos en una fotografía para toda una eternidad.
Y eso, tú como fotógrafo, no lo vas a olvidar.
Y más aún si el momento en el que decidiste apretar el botón de tu cámara te sentías con la misma emoción como la de la primera vez que disparaste una foto. Aquel día en el que al oir ese peculiar sonido no pudiste evitar dibujar una leve pero intensa sonrisa en la cara.
Porque las fotografías se hacen con el alma, y eso, señoras y señores, es la magia de la fotografía.
PD: Seas quien seas, gracias por regalarme este precioso momento como fotógrafa.
Nos vemos pronto, ¡sed felices! :)